sábado, 12 de mayo de 2012

EL ENEAGRAMA DE LA LIBERACIÓN



LA
SABIDURIA
DEL
ENEAGRAMA
DON RICHARD RISO
&
RUSS HUDSON


EL ENEAGRAMA DE LA LIBERACIÓN:
Después de años de reflexión sobre el proceso de transformación, los Richard y yo comenzamos a ver que, siempre que observábamos una reacción defensiva o un comportamiento limitador y nos liberábamos de él, seguíamos espontáneamente una determinada secuencia. Vimos que ese aspecto de la liberación no se producía simplemente por tener la intención de liberarnos de un hábito problemático; no era cuestión de fuerza de voluntad. Sin embargo, muchas veces ocurría que ciertos hábitos o reacciones desaparecían espontáneamente, o al menos eso nos parecía, y quisimos descubrir cuáles eran los ingredientes que facilitaban ese proceso. Dado que, gracias a Gurdjieff, sabíamos que el eneagrama también se puede usar como modelo de procesos, ordenamos nuestras observaciones alrededor del símbolo del eneagrama y creamos lo que llamamos El eneagrama de la liberación.
Esta es una práctica que se puede hacer en cualquier momento. Se siguen nueve pasos que corresponden a los nueve puntos situados alrededor de la circunferencia del eneagrama, aunque estos pasos no están relacionados con los tipos de personalidad. Los diagramas al margen ilustran el proceso de los nueve pasos.
El proceso siempre comienza en el punto Nueve, al que le hemos asignado la cualidad de la presencia. Si no tenemos un grado de presencia no podremos dar ni siquiera el primer paso. La presencia nos permite ver que estamos en un estado de identificación.
Observa que hemos de completar cada punto para poder pasar al siguiente, y que el proceso es acumulativo: al pasar a cada nueva fase llevamos con nosotros las cualidades de los pasos anteriores. Con la práctica, se acelera el proceso de liberarnos tras pasar los primeros puntos. Así pues, estar presentes lo suficiente para atestiguar que nos identificamos con un estadonegativo o no deseado nos permite pasar al punto Uno.



En el punto Uno, con la ayuda de la presencia, logramos «verlo»; vemos que estamos identificados con algo, una opinión, una reacción, la necesidad de tener razón, una ensoñación agradable, un sentimiento doloroso, una postura, casi cualquier cosa. Reconocemos que estamos atascados en algún mecanismo de la personalidad y que hemos estado en un trance. Ese es el fenómeno al que antes hemos llamado sorprendernos en el acto. Siempre se ex-perimenta como un despertar, como un «volver a los sentidos».
En el punto Dos nombramos conscientemente el estado que acabamos de reconocer; «lo decimos»: «Estoy enfadada», «Estoy irritable», «Tengo hambre», «Estoy aburrido», «Estoy harta de esto y aquello», «Esto no me gusta». Simple y francamente nombramos el estado en que estamos, sin analizarlo ni juzgarlo.

En el punto Tres, el proceso pasa de la mente al cuerpo: «lo sentimos». Todos los estados emocionales o mentales intensos producen algún tipo de reacción física en el cuerpo, algún tipo de tensión. Una persona podría notar, por ejemplo, que siempre que se enfada con su cónyuge aprieta las mandíbulas y tensa los hombros. 
 Otra podría notar que cuando está enfadada experimenta una sensación de ardor en el estómago. Y otra podría descubrir que entorna los párpados cada vez que habla consigo misma. El miedo podría hacernos sentir «electrizados» o hacernos encoger los dedos de los pies o retener el aliento. En el punto Tres sentimos, percibimos esa tensión; no pensamos en ella ni la visualizamos, simplemente la sentimos, tal como es en el momento.
En el punto Cuatro «permanecemos con la sensación» de tensión o energía que hemos localizado en el cuerpo. En este punto la tentación es decir sencillamente: «Bueno, estoy enfadado y tengo la mandíbula apretada. ¡Vale, lo entiendo!». Pero si no permanecemos con
esa tensión, no nos liberaremos de ese estado. Además, si logramos estar con ella, podrían aflorar sentimientos de dolor o ansiedad emocional. Si ocurre eso, necesitamos compasión por nosotros mismos para ser capaces de estar presentes ante esos sentimientos.
Lleva tiempo interesarnos por la simplicidad de experimentarnos de este modo. Nos gustaría que el proceso de crecimiento fuera más interesante y espectacular, y no nos apetece pasar un tiempo con el dolor de nuestras tensiones. Sin embargo, si no lo hacemos cualquier experiencia extraordinaria que tengamos tendrá poco efecto real en nuestra forma de vivir la vida.

 En el punto Cinco, si hemos pasado por los cuatro primeros pasos, notaremos que algo se abre en nosotros y que las tensiones se desvanecen: nos «relajamos»; nos sentimos más livianos y despiertos. No nos obligamos a relajarnos, sino que al permanecer con las tensiones y sensaciones del punto Cuatro, permitimos que se manifieste en nosotros el proceso de relajación.
Relajarse no es insensibilizarse o desmadejarse. Sabemos que estamos relajados cuando experimentamos nuestro cuerpo y nuestros sentimientos con más nitidez y profundidad. Al relajarnos podríamos dejar al descubierto capas más profundas y entonces surgiría la ansiedad; esta ansiedad volvería a producir tensión, pero mientras logremos permitir la relajación y la sensación de ansiedad, continuarán desvaneciéndose los estados que nos han tenido atenazados.
Así como las tensiones físicas se disuelven cuando las percibimos, permanecemos con ellas y nos relajamos, lo mismo ocurrirá con los hábitos emocionales que las generaron, sean cuales fueren. El acto de sacar a la luz de la conciencia las tensiones y pautas emocionales las disuelve.
En el punto Seis nos acordamos de respirar: «respiramos». Esto no significa hacer fuertes inspiraciones y espiraciones como si estuviéramos practicando el método Lamaze. En realidad sólo significa ser más conscientes de la respiración; dejamos que la relajación del punto Cinco «llegue a» la respiración. Esto es importante porque cuanto más metidos estamos en los asuntos de la personalidad más constreñida y superficial es nuestra respiración. Podríamos notar, por ejemplo, que cuando estamos en una situación ligeramente estresante (mientras conducimos un coche o terminamos un trabajo urgente) nuestra respiración se hace más superficial. Respirar nos estabiliza y nos ayuda a liberar la energía emocional. Cuando respiramos más profundo y más relajados continúa cambiando la forma de nuestras tensiones. No intentamos escapar de la o las emociones que surjan sino que continuamos respirando con ellas. Al hacer esto tal vez tengamos la sensación de que nos ensanchamos, nos expandimos. Nos sentimos más «reales», más centrados.
En el punto Siete «reconectamos» con una percepción más completa de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. Comenzamos a dejar entrar en la percepción consciente otras impresiones sensoriales: podríamos comenzar a percibir la luz del sol en la pared o la temperatura y la calidad del aire. Podríamos percibir la textura y el color de la ropa que llevamos puesta.
Reconectar significa abrirnos a la parte de nuestra experiencia a la que antes no teníamos acceso. Descubrimos que cuando realmente conectamos con nuestra experiencia, no está ligada a nuestras asociaciones habituales. Se desvanecen nuestros objetivos, planes y guiones. De pronto vemos u oímos, y percibimos con mayor claridad, interior y exteriormente.
Si teníamos un problema con otra persona, no reaccionaremos ante ella de la forma como solíamos hacerlo. Cuando estamos hipnotizados por la personalidad, creemos saber cómo es esa persona «siempre» y lo que va a hacer, pero cuando reconectamos con ella nos damos cuenta de lo mucho que no sabemos de ella. Valoramos y respetamos el misterio de su ser, porque estamos más conectados con nuestro Ser. Una vez que nos permitimos «no saber» lo que va a hacer o a decir esa persona, o lo que está pensando, se hace posible una relación con
ella mucho más real e inmediata.
En el punto Ocho, «reenmarcarnos» la situación que creíamos que causaba nuestros problemas; vemos toda la situación con una luz más objetiva, y desde ese equilibrio y claridad descubrimos la manera de enfrentarla con más eficacia.
Por ejemplo, si uno está enfadado con alguien, podría ver el sufrimiento y el miedo de esa persona y ser capaz de hablarle con más compasión y aceptación. Si nos sentimos abrumados por un problema, reconectar con algo más real de nosotros nos da la capacidad de ver que en realidad estamos a la altura de la tarea; o tal vez de ver que el problema es mayor de lo que somos capaces de resolver y necesitamos ayuda. En todo caso, reenmarcar coloca el problema y a nosotros mismos en una perspectiva mucho más amplia.
Por último, volvemos al punto Nueve, en donde nos abrimos a más presencia y, con ella, a más percepción. Con esa mayor capacidad es mucho más fácil volver a hacer los nueve pasos si es necesario.
Cuando comenzamos a usar «El eneagrama de la liberación» podríamos advertir que nos quedamos atascados una y otra vez en un mismo lugar (o «punto») del proceso. Por ejemplo, vemos algo, lo decimos y no continuamos adelante; incluso podríamos notar que estamos tensos, pero nos despistamos antes de poder permanecer con la tensión el tiempo suficiente para que se disuelva. Es muy útil entonces fijarnos en qué punto abandonamos el proceso, porque tal vez convenga poner más atención a ese punto.
A medida que practiquemos este método, nos será más fácil y rápido seguir los puntos del círculo. Además, cuanto más avanzados estemos en la secuencia más difícil resultará separar los pasos; es posible tener más dificultad en la primera parte del proceso, pero una vez que empezamos a avanzar hacia la presencia, esta apoya cada vez más la actividad.
La práctica del eneagrama de la liberación profundiza y expande la experiencia fundamental de nosotros mismos. Estamos más relajados, vivos y conectados con nuestro ser y con nuestro entorno, y más receptivos a la gracia. Podría sorprendernos la diferencia entre cómo nos experimentamos después del proceso comparado con cómo nos experimentábamos antes de pasarlo. Hemos usado la escoria de la personalidad y, colaborando con algo que nos trasciende, la hemos convertido en oro.

No hay comentarios: